Trabajar en casa implica que los demás piensen que no estás haciendo nada y tienes tiempo para todo

Trabajar en casa implica que los demás piensen que nunca haces nada

Muchos de los mensajes que voy a lanzar en este post se pueden extrapolar a otras personas que trabajen en casa cuando sus parejas o el resto de su familia lo hace fuera. Otros aspectos son exclusivos de los creativos y de las características de nuestra metodología de trabajo.

No todos los guionistas trabajan en casa, aunque es lo que todos deseamos. Hay muchos que escriben en pantuflas en el despacho o el salón de su vivienda, bastantes lo hacen en bares o cafeterías con wifi (de este grupo los más sensatos se van a locales sin conexión a internet por razones obvias) y otros salen de la cueva de vez en cuando para reunirse con productores o con otros guionistas. Los menos afortunados, es un decir,  tienen un trabajo presencial que les exige estar a jornada completa en las oficinas de una productora. Para ellos no va dirigido este post.

Trabajar en casa tiene sus ventajas. Por ejemplo, si quieres, no tienes que madrugar para ir a la oficina. Puedes utilizar parte de tu tiempo con sol natural para hacer algún deporte como ir a correr o montar en bici. Puedes ir a la compra cuando los supermercados no están atestados de gente porque los clientes suelen estar trabajando. Esto últimamente no se nota tanto porque hay mucha gente en paro que puede ir a comprar a las mismas horas que tú.

Trabajar en casa implica que los demás piensen que no estás haciendo nada y tienes tiempo para todo

Trabajar en casa tiene numerosas ventajas, pero también tiene inconvenientes. (Foto: Eneas, de Flickr)

Pero esto… que en la teoría es muy bonito se convierte en un pequeño infierno cuando los que están a tu alrededor como tu pareja, tus familiares o tus amigos, piensan que por el hecho de laborar en casa  tienes tiempo para hacer todo tipo de recados.

Por ejemplo… ¿A quién no le ha pasado que su mujer o marido le llama y le dice… “Oye, como estás en casa, por qué no bajas al supermercado a comprar leche y huevos?” Esto te sucede justo cuando estás en medio de una secuencia importantísima, clave en el guion de tu capítulo o tu película. Y, por una vez vale, pero cuando esa llamada se produce cada día para un recado diferente tus secuencias empiezan a desestructurarse  y tus nervios a desmadrarse.

Trabajar en casa tiene la ventaja de que puedes ir al Mercadona a la mejor hora para que no haya gente, pero tiene la desventaja de que todos te obligan a ir a la mejor hora para trabajar en casa. Luego, claro, te niegas a seguir con lo que tú llamas una usurpación de tu horario laboral y tienes que ir a la compra con tu pareja el viernes por la tarde o el sábado por la mañana. Y, como es de esperar, está hasta los topes. Tú, que eres un guionista que trabaja en casa y, por tanto, en cierto modo, un ermitaño al que le gusta el aislamiento y odia las aglomeraciones, sufres un ataque de agobio a lo que tu pareja te responde: “Como no quieres hacer la compra los días entre semana, tenemos que venir ahora con todo el mogollón”.

Y, por supuesto, a la semana siguiente vuelves a romper tu horario laboral casero para ir a hacer la compra antes del viernes por la tarde. Pero esto no es lo único. También te toca hacer todas las gestiones del hogar como llamar al seguro porque se ha roto la lavadora, atender al técnico del seguro cuando viene a arreglarte la lavadora, recibir las llamadas de las compañías telefónicas que quieren que contrates la conexión a Internet con ellas, reclamar cuando alguna de estas compañías te cobra más de lo que te había prometido, llevar el coche familiar al taller, etecé, etecé…

Y lo peor es, según nuestro entorno,  nos quejamos de vicio porque, en el fondo, somos unos privilegiados que trabajamos sin un horario laboral estricto. Y lo cierto es que somos unos desgraciados que no tenemos horario laboral… Y, sobre todo, un tiempo continuado para dedicarle al proceso creativo.

El proceso creativo y la escritura de un guion necesitan tiempo sin interrupciones

Para empezar, por la mañana, cuando nos levantamos y después de desayunar nos sentamos a trabajar, nunca nos ponemos directamente a escribir por donde lo habíamos dejado. Es el momento de analizar lo escrito o pensado hasta entonces y confirmar que no estábamos desvariando cuando llegamos a tal idea o escribimos tal diálogo. Este proceso puede durar un par de horas y exige concentración máxima. Por supuesto, siempre que no te hagan una llamada del tipo “veme a por fruta”.

Y después, cuando hemos retocado lo que había que matizar, o hemos tirado por la borda todo lo hecho el día anterior, es el momento de retomar la escritura propiamente dicha. Y ese movimiento nos suele costar muchísimo. A veces por culpa de las redes sociales…. Otras por no estar seguro de lo que quieres contar… O porque te repites a ti mismo las palabras que deseas poner en boca de tus personajes hasta que encuentras el tono. Por fin te pones y consigues coger velocidad de crucero. El ritmo es bueno y todo va como la seda. Y en ese momento te llama la de Jazztel con el adsl más barato y rápido del mercado. Después de cantarle las cuarenta, vuelta a empezar. Ya has perdido el ritmo y la velocidad de crucero se ha ido al garete.

Sólo te queda respirar profundo, agudizar al máximo tu concentración, cerrar el correo, las redes sociales y los rss para volver a ponerte en la piel de tus personajes como si los hubieras poseído. O, si estás en la fase de la estructura de la trama, afinar todos los detalles para que no quede ningún cabo suelto. Éste es nuestro trabajo contra viento y marea, contra las llamadas de tus familiares y amigos o contra las pobres teleoperadoras explotadas de cuya consecución de clientes depende su salario.

Somos guionistas. Trabajamos en casa. No madrugamos y vemos películas, series y programas de televisión como parte de nuestro trabajo, aunque nuestros allegados piensan que eso es no hacer nada. Forma parte de nuestro quehacer sacar nuestros desarrollos y guiones, al mismo tiempo que luchar contra las adversidades. Sólo los buenos sobreviven a todo esto.

Por cierto, os dejo porque me acaba de llamar el de Movistar para decirme que han sacado un adsl mucho mejor que el de ayer. Y me  jura que hasta el lunes no vuelven a sacar otra oferta. Lástima que mi piso no disponga de vigas en el techo para poder pasar una cuerda por una de ellas.