Debemos atar al espectador a nuestro televisor pero, para ello, él debe querer ser atado.

¿Estás sincronizado con el espectador?

Pasa con tus amigos. Cuando tienes veinte años lo que más te gusta es estar en compañía de los miembros de tu pandilla, salir hasta altas horas a vivir la aventura de la noche, conocer cuanta más gente mejor y quedar al día siguiente para hacer la misma jugada. Puede que llegues a los veinticinco y tengas ya una pareja estable, pero tus amigos siguen en la fase anterior, la de salir hasta las siete de la mañana. Tú lo haces de vez en cuando, pero no tanto como ellos. Y, más tarde, puede que llegues a los 30 y te de por tener un hijo. Algunos de tus colegas todavía están en la fase de cerrar los bares y otros en la posterior de hacerlo de vez en cuando mientras prefieren aprovechar el tiempo para hacer cenas románticas en pareja. Ellos no entienden que tú no puedas hacer quedadas nocturnas porque tienes un bebé y prefieras los planes diurnos como ir al campo o al zoo. Por eso dejáis de quedar u os veis menos. No pasa nada, no es grave. Simplemente estáis en fases distintas, en momentos diferentes, no estáis sincronizados. No queréis las mismas cosas. Ya, ya sé que suena a la última vez que te dejó tu novia/novio, pero es la verdad y debes escucharla.

A la hora de elegir pareja de baile en el proceso creativo sucede lo mismo. Puede que tu coguionista (o tu director, o tu productor) esté tan apasionado como tú por la idea de un ataque de las fuerzas extraterrestres contra las cuatro torres de Madrid, por poner un ejemplo. Pero si tu socio lo ve como una comedia costumbrista y tú como un drama existencialista vais a entrar en conflicto. Y si ninguno de los dos da su brazo a torcer, lo inevitable es la separación. Estáis en distintas fases. Los tiempos son diferentes. No estáis sincronizados.

Pero mucho más importante a la hora de llevar a cabo un proyecto que estar en sintonía con tu socio creativo (al fin y al cabo, los guionistas al final somos dóciles y cedemos fácilmente a los deseos de los demás, o, al menos, sabemos adaptarnos) es estar sincronizado con el público objetivo de la que va a ser tu obra audiovisual, ya sea una película o una serie de televisión. Si el espectador y el creador no quieren las mismas cosas, el producto está condenado al fracaso. Si el televidente tiene una cultura audiovisual amplia, fruto de los beneficios de Internet y la democratización del consumo televisivo y cinematográfico, y ya se ha acostumbrado al caviar, no le des chóped. Ya comimos mucho de ese embutido rosa en el pasado.

Lo que demandaba el espectador hace 15 años no es lo mismo que lo que espera de los nuevos productos cinematográficos y televisivos ahora. La dramedia, como ‘Periodistas’, ‘Médico de familia’ y ‘Los Serrano’, fue un gran invento de los noventa. Reventó audímetros y dio mucho dinero a los productores. El espectador, como deberían hacer los personajes de nuestras series y películas, evoluciona. Pasados veinte años no queremos las mismas cosas. Solemos estar en fases diferentes, en distintos momentos. Por eso funciona ‘La Unidad’. Con sus defectos, que los tiene, ha sabido darle al espectador algo nuevo, los conflictos nivel A de unos policías en misión exterior vinculados a un tema de nuestros días como es el terrorismo islámico.

MORALEJA: Mucho antes de empezar a desarrollar un proyecto para tratar de vendérselo a una productora o a una cadena, piensa algo que creas que esté en sincronía con el espectador. No hagas lo mismo de siempre porque, aunque algunos piensan que está comprobado que funciona, los tiempos cambian, la gente evoluciona y las fórmulas del éxito mutan. Nada es para siempre. Piensa en por qué esa idea va a funcionar, cuál es su clave diferencial, qué espera el público objetivo.

La idea, la génesis, es muy importante. Pero antes de ponerte a desarrollar el proyecto, estudia a fondo que está en sincronía con el público. El de hoy.