
17 Sep La receta para crear una serie de cable
Por LUIS MURILLO ARIAS Seguir a @lmurilloarias
La ficción española ha evolucionado mucho en los últimos años. Ya he explicado muchas veces en distintos artículos periodísticos por qué en España se tenían que hacer series para toda la familia utilizando unas tramas, unos argumentos y unos personajes que gustaran por igual a niños y abuelos, a ricos y a pobres, a personas de distinto nivel cultural. Aunque esto, ya se sabe, no era ciencia exacta.
Desde mi punto de vista, si quieres gustar a todos, al final no gustas a nadie.
En cualquier caso, las series de televisión generalista en España han ido evolucionando y ya no es necesario que en todos haya un abuelo y una trama adolescente.
A los próximos estrenos de series de televisión me remito.
En cualquier caso, todavía se siguen entendiendo como series cuyo objetivo es el espectador medio.
Y aquí me viene a la cabeza la gran frase de David Simon, el creador de series míticas como The Wire o Treme, que está ahora en el candelero por su nuevo estreno en HBO: Show me a hero. Imprescindible, por cierto. La frase en cuestión es la siguiente:
“QUÉ SE JODA EL ESPECTADOR MEDIO”
Eso resume muy bien la filosofía de David Simon, que, digamos, es el paradigma del creador de series de cable.
Pero claro, David Simon es David Simon y nosotros no nos podemos permitir algo así hasta que no seamos David Simon. Probablemente nunca. Pero si se da esa ocasión alguna vez en la vida, hay que estar preparado para aprovecharla.
Recuerdo que el jefe supremo de Globomedia decía que series como The Wire, Los Soprano o Breaking Bad sólo las veíamos los guionistas y unos cuantos frikis más. Que el espectador medio y la famosa señora de Cuenca prefería Los Serrano. Por cierto, lo de la señora de Cuenca no era cosa suya, Chicho Ibáñez Serrador ya hablaba de la señora de Logroño en los 70.
Creo que se ha demostrado que el espectador medio ya no quiere Los Serrano y cada vez se acerca más a The Wire, pero todavía queda mucho por recorrer.
La gran esperanza española para poder hacer una serie de las denominadas “de cable” se llama Movistar. Ya se habla de algunos proyectos en desarrollo de Alberto Rodríguez y David Trueba.
De todas maneras, por si eres un ambicioso, un genio en potencia, tienes grandes contactos, te llevas bien con la suerte o simplemente quieres disfrutar del placer de escribirla, te apunto, a mi juicio, tras ver bastantes series, cuáles son algunos de los ingredientes que componen la receta para crear una serie de cable. Al menos, actualmente. Y, repito, sólo algunos. No se me eche nadie encima.
El hombre como centro de la serie
Esto no siempre es así, no se me vayan a exaltar. Y, ojo, no debería ser siempre así. En mi opinión tiene que ver con que todavía actualmente hay más guionistas hombres que mujeres en Estados Unidos. Y los hombres, no hay duda, a quien conocemos mejor es a los hombres. Igual que las mujeres a las mujeres. El objetivo es acercarnos a la paridad cuanto antes.
Series como Mad Men, Breaking Bad, Los Soprano, The Wire, Show me a Hero, Masters of Sex, House of Cards, la primera temporada de True Detective… todas ellas tienen como personaje protagonista supremo a un hombre. Ocurrió lo mismo incluso con la española Crematorio. La gente habla de Tony Soprano, Don Draper o Walter White casi como si formaran parte de sus vidas reales.
Es cierto que ha habido series con protagonistas femeninos como Damages, Homeland o la segunda temporada de True Detective.
Esto, eso sí, va evolucionar seguro, pues el ascenso de la mujer en el trabajo y todos los aspectos de la vida ya no hay quien lo pare.
Cuanto más vicios tenga el personaje, mejor
Una vez creamos una serie en la que el protagonista iba a ser Antonio Resines. Se trataba de un ex alcohólico rehabilitado que había escrito un libro de autoayuda que se había convertido en un éxito. El jefe supremo nos dijo que si habíamos bebido. Según él, que un personaje alcohólico o ex alcohólico provocaba rechazo, es decir, menos audiencia, es decir, menos posibilidades de renovación.
Conclusión, series como Mad Men, donde se pasaban el día bebiendo, o Breaking Bad, donde tomar drogas estaba a la orden del día, jamás habrían existido.
Tanto Don Draper como como McNulty, como los personajes protagonistas de la primera temporada de True Detective beben más de la cuenta.
Es decir, para una serie de cable, cuanto más se droguen, beban, fumen, visiten burdeles y tengan sexo con alguien que no sea su mujer más conflictos tendrán los personajes y más fuerza el relato.
Recuerdo otra anécdota. Uno de mis primeros trabajos como guionista de ficción fue con la coordinadora de guion de la primera temporada de Motivos Personales, aquella serie con Lidia Bosch que emitió Telecinco. Ella decía que en la serie sólo tenían sexo los personajes negativos. Sin embargo, los personajes buenos eran puros y castos.
Ni que decir tiene que el sexo está muy presente en todas las series de cable, muchas veces de manera explícito.
¿Quizá estén mucho más cerca de la realidad estos personajes de series de cable que los de series generalistas?
Palabrotas
Acostumbrados a las series globomedianas en España en donde los protagonistas no decían ni la palabra imbécil, en las series de culto norteamericanas la gente habla como deberían hablar los protagonistas de las historias. Es decir, según su entorno. Y si tienen que decir las barbaridades más grandes del mundo las dicen. Eso sí, siempre tiene que estar justificado por el contexto.
La amoralidad como virtud
¿En una serie generalista serías capaz de ver a un personaje protagonista déspota, infiel, engreído y amoral como Don Draper? Sin embargo, todos, especialmente las mujeres, lo amamos.
Lo mismo ocurre Walter White que, pese a su enfermedad, es un tipo dispuesto a cualquier cosa con tal de conseguir el poder.
No digamos nada de la ambición, la deslealtad, la escasez de escrúpulos, la infidelidad y la hipocresía de Frank Underwood, de House of Cards. Pero no podemos dejar de ver el siguiente espisodio.
¿Y por qué se convierte en virtud? Pues porque el rey, en el mundo del guion, es el conflicto.
Diálogos densos y filosóficos
Este tipo de series no es la típica que puedes ver mientras usas el Twitter o chateas con tus amigos por whatsapp porque cualquier detalle es importante, sobre todo desde el punto de vista de los diálogos. Nadie dice lo que piensa ni piensa lo que dice.
Secuencias que en cualquier guion convencional irían al grano se pierden en filosóficos diálogos sobre la vida cargados de subtexto. Y eso lo que le gusta al espectador medio de este tipo de series.
El máximo exponente de este tipo de diálogos es True Detective, sobre todo su primera temporada.
Ritmo pausado
Alguien acostumbrado a una frenética sucesión de acciones se aburrirá viendo la típica serie de cable. Te enganchas casi sin darte cuenta. Al principio te aburren porque parece que no pasada nada, pero cuánto más ves, menos puedes dejar de hacerlo y más te das cuenta de que pasan muchísimas cosas. Lo que ocurre es que pasan despacio. O parece que pasan despacio.
Los personajes no hablan de manera atropellada como en un capítulo de La que se avecina, sino que se toman su tiempo. Los silencios adquieren un significado supremo.
La cadencia de imágenes, al mismo tiempo que la sucesión de acontecimientos pasan de refilón, casi sin darte cuenta. Pero pasan. Y eso es algo extremadamente pensado.
Ausencia de estructura definida
Todos estamos acostumbrados al sistema PND: Planteamiento, Nudo y Desenlace. La estructura aristotélica de los tres actos. Eso no sucede en las series de cable. Ni siquiera está definido en cada capítulo cuánto peso se le dedica a determinadas tramas o personajes. Cada capítulo es un mundo con su propia idiosincrasia y manera de hacer las cosas.
En otra ocasión, hace años, estaba en una reunión de guion y alguien propuso que copiáramos la estructura de Los Soprano. ¿Cuál es?, preguntó otro. Ninguno la teníamos clara.
Sus fórmulas son menos evidentes que en una serie de una cadena generalista. En un culebrón, un thriller o una comedia clásicas sabemos dónde pueden estar los clímax.. En una serie de cable, no.
O pueden llevar una estructura relativamente clara durante varios capítulos y, de repente, rompen con episodios totalmente sorprendentes. Recuerdo ahora el de la mosca en Breaking Bad o el del LSD en Mad Men. Y, más allá de rompernos los moldes, nos parecen geniales.
Como ves, la receta paso por paso para crear una serie de cable no está, pero tienes algunos ingrediente que, combinados con otros y con tu magnífica imaginación, pueden servir de caldo de cultivo para la próxima serie de culto.